Corax by Gav Thorpe

Corax by Gav Thorpe

autor:Gav Thorpe [Thorpe, Gav]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Relato, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


Trece

Carandiru

[DV +2 horas]

Los Rapaces avanzaron hacia su objetivo a lo largo del amplio túnel; estaban en alerta ante cualquier peligro. Hef marchaba junto a su comandante, asombrado pero a la vez horrorizado por lo que se encontraban. Las cámaras subterráneas por las que pasaban estaban protegidas por unos campos de energía que parpadeaban y, más allá de los escudos, acechaban todo tipo de criaturas.

Las habitaciones estaban decoradas como celdas, con literas y lavatorios, pero la mayor parte se parecía más a un refugio de animales, con pilas de mantas destrozadas y sábanas sucias. Los habitantes corrían, se deslizaban y caminaban alrededor de sus jaulas. Algunos se lanzaban contra las barreras de energía cuando pasaban los Space Marines, pero cada intento acababa en un chasquido y una explosión de luz purpúrea.

El sonido no traspasaba los campos de energía, por lo que Hef se quedaba con la duda de qué aullidos, silbidos y chillidos resonaban más allá de ellos. Muchos de los presos parecían estar furiosos, otros sollozaban. Unos pocos se acercaron a los legionarios con ojos sospechosos o esperanzados, unos ojos demasiado humanos en los rostros caninos o distorsionados y las pieles escamosas.

Enseguida se hizo evidente por qué los controles principales no habían funcionado en las salas de esta parte de la prisión. Algunas de las criaturas que veían eran bestias tan gigantescas como los dreadnoughts, seres retorcidos con músculos extravagantes y tendones y venas que sobresalían. Se encorvaban en sus celdas con cuernos, colmillos y garras que parecían espadas. Los surcos tallados en las paredes y los techos eran testimonio de una larga frustración. Algunos de los mutantes recogían los restos de sus muebles y los arrojaban a las barreras cuando los legionarios pasaban; otros se golpeaban en el pecho con los puños, como si fueran primates, o echaban las cabezas hacia atrás y soltaban aullidos silenciados.

Con cada nueva criatura que aparecía, Hef se estremecía al sentirse identificado, como si estuviera mirando las cámaras de debajo de Ravendelve, donde él y los Rapaces habían estado hasta que los simpatizantes de Horus habían atacado. Intentó de verdad no pensar en ello, concentrarse en la misión que tenía entre manos, pero a medida que se encontraba con cada nueva monstruosidad y con cada pobre desgraciado, no podía concentrarse en otra cosa.

—Los vengaremos —prometió Branne, al notar la incomodidad de sus guerreros.

Parecían unas palabras extrañas, dada la naturaleza de muchos de los soldados que acompañaban al comandante. Aparte del armamento, la armadura de batalla y los escudos, la única diferencia entre algunos de los Rapaces y los prisioneros era en qué lado del campo estaban. Si esos pobres desafortunados tenían que ser vengados, ¿qué significaba eso para los Rapaces?

Una ráfaga de disparos procedente del frente supuso una distracción muy bienvenida dado el inquietante rumbo de pensamiento. Hef saltó hacia delante mientras una escuadra de Rapaces entraba en otra parte del complejo con bombas de fusión, y se encontró con una lluvia de proyectiles y fuego de armas pesadas.

Al correr a lo largo del



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